Una investigación sugiere que una dieta baja en nutrientes puede causar más muertes en todo el mundo que fumar u otros hábitos poco saludables.
Una cosa es comer y otra muy diferente es alimentarse bien. De hecho, un porcentaje importante de muertes en todo el mundo se asocia a una dieta insuficiente. Esto no solo afecta a los países subdesarrollados, sino que es una cuestión a nivel mundial.
Llama la atención el hecho de que, a pesar de que tenemos a nuestra disposición más comida que nunca, lo cierto es que eso no implica que comamos adecuadamente. Y es que no todo lo que comemos nos alimenta.
En este sentido, según el estudio del Global Burden of Disease, que rastrea las tendencias en el consumo de 15 factores dietéticos desde 1990 a 2017 en 195 países, las personas en casi todas las regiones del mundo podrían beneficiarse con el reequilibrio de sus dietas si ingirieran cantidades óptimas de diversos alimentos y nutrientes. El estudio ha sido publicado en la revista The Lancet en Abril de 2019.
Una de cada cinco muertes se asocia con una dieta deficiente
Los investigadores del estudio concluyen que, debido a su contribución a las enfermedades no transmisibles, la mala alimentación representó 1 de cada 5 muertes de adultos – 11 millones de muertes- en 2017.
La gran mayoría de esas muertes, alrededor de 10 millones, fueron por enfermedades cardiovasculares. El resto eran principalmente debidas al cáncer y a diabetes tipo 2.
Según los investigadores, este estudio afirma lo que muchos han pensado durante varios años: que una dieta deficiente es responsable de más muertes que cualquier otro factor de riesgo en el mundo.
Demasiada comida poco saludable
En su análisis de las dietas globales, los investigadores analizaron 15 tipos de productos: frutas, verduras, frutos secos y semillas, legumbres, granos enteros (integrales), fibra, calcio, leche, ácidos grasos omega-3 de mariscos, grasas poliinsaturadas, grasas trans, carnes rojas, carnes procesadas, bebidas azucaradas y sodio.
Los investigadores descubrieron que la dieta global en 2017 contenía menos que las cantidades ideales de casi todos los alimentos saludables. La mayor deficiencia fue en frutos y semillas, leche y granos enteros.
Por ejemplo, el consumo de frutos secos y semillas fue en promedio de solo 3 gramos por día. Esto supone alrededor del 12 % de la ingesta óptima.
Por otra parte, el consumo de leche fue solo el 16 % de la ingesta óptima. También encontraron que el consumo de granos enteros se limitó de media al 23 % de la cantidad óptima.
Además de esto, los investigadores encontraron que la ingesta diaria de productos dietéticos poco saludables superó el nivel óptimo a nivel mundial. Por ejemplo el consumo de bebidas azucaradas, fue mucho más alto que el consumo óptimo, seguido del consumo de carne procesada y sodio. El consumo de carne roja estaba justo por encima del nivel óptimo.
Comer pocos alimentos saludables podría ser tan dañino
Solemos pensar que la ingesta de alimentos poco saludable es malo para la salud. Sin embargo, no comer alimentos saludables puede ser aún peor. En este sentido, uno de los hallazgos más importantes del estudio fue que una ingesta insuficiente de alimentos saludables podría ser tan dañino, más incluso que comer demasiados alimentos poco saludables.
De hecho, los autores del estudio señalan que las dietas que se relacionaron con la mayoría de las muertes fueron altas en sodio, bajas en granos enteros, bajas en frutas, bajas en nueces y semillas, bajas en vegetales y bajas en ácidos grasos omega-3.
Los investigadores también encontraron que cada uno de estos factores de la dieta representaba más del 2 % de las muertes globales. Además, solo tres de estos productos (cereales integrales, frutas y sodio) representaron más de la mitad de las muertes relacionadas con la dieta. A esto hay que añadir dos tercios de los años perdidos por problemas de salud y discapacidad relacionados con la dieta.
Según los investigadores, estos resultados contrastan con el hecho de que, en las últimas décadas, las discusiones sobre políticas han tendido a centrarse más en restringir los alimentos no saludables. Por ello sugieren que las campañas deberían concentrarse en reequilibrar las dietas. También instan a que cualquier cambio en la producción y distribución de alimentos para lograrlo debe considerar el impacto ambiental en el clima, la tierra, el agua y el suelo.
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